Redacción Central / EL LIBERTADOR / Publicado: 13 Mayo 2017
Hay
tres cinismos que en la Honduras de hoy son dispositivos productores de
repudio, confrontación, violencia e inestabilidad: el cinismo de la
élite más pudiente que sin descaro vocifera que sus inversiones y la
acumulación infinita de capitales son éxitos y logros para todo el país;
el cinismo de los que sostienen la corrupción y que se dan incluso el
lujo de organizar campañas de lucha anticorrupción e inventar leyes y
decretos para perseguir a los corruptos e impunes; el cinismo de un
mandatario que ha violado la Constitución y hace proselitismo con el
hambre y ansiedad de la gente, generando la falsa imagen de que todo es
legal y que su proyecto tiránico es garantía para una “vida mejor”.
Juan
Orlando Hernández es al presente el mayor factor desestabilizador de
Honduras por cuanto atiza el fuego de la inseguridad, la violencia, la
confrontación y la inestabilidad de la sociedad. Su obsesión por la
presidencia de la República lo convierte en el dispositivo que ha
pervertido la institucionalidad pública y la constituye en un Estado
servil, administrador del negocio de los fuertes, y cuyos poderes sirven
hoy para su beneficio, para el logro de las ambiciones de una camarilla
conservadora y para repartir las así malhabidas ganancias entre su
familia y allegados.
La
reelección no es el problema. La reelección es, en este caso, una
ocasión para delinquir bajo la protección del Estado. La reelección es
oportunidad de encaramarse en el ente público y erigirse como dictador.
La reelección es el instrumento para abusar del poder viciando con
impunidad al sistema democrático y empleando el voto de la gente para
justificar fechorías.
La reelección es más bien el disparador de la crisis. Una crisis activada por el abuso extremo del poder de un individuo que usa los más nobles cargos republicanos –inicialmente
como presidente del Congreso Nacional y luego como jefe del Ejecutivo––
para violentar la Constitución de la República y culminar sus
degradadas ansias personales.
Va
cumpliendo a rajatabla el grito de sus campañas, aquel en que prometía
hacer lo que tuviera que hacer para convertir en botín a la república.
Para ello ha practicado todos los recursos legales e ilegales posibles y
ha concentrado en su persona el mando de las decisiones oficiales, el
control subrepticio de los medios de comunicación y la invención de una
campaña en que hace aparecer como de bienestar social al peor modelo de
ineficiencia, despilfarro y corrupción que haya conocido la
hondureñidad. Díganlo si no los radares y corbetas invisibles y el
regalado avión presidencial que nadie regaló; el espionaje y la
fascistación de la sociedad; el secreto como conducta y la mentira como
vía de acción.
La
pretendida reelección de Juan Orlando Hernández tiene nada que ver con
el derecho y con la oportunidad que se otorga a quien bien gobierna para
perfeccionar su programa político, como sucede en naciones avanzadas de
la tierra. Con lo que sí tiene que ver esta reelección es con una
desesperada ansia de continuismo y con el afán de perpetuar un proyecto
construido sin la gente y que más bien oficia en contra de la gente.
No
es solo la reelección de un ser ambicioso sino la prosecución de un
modelo que ha multiplicado el lujo de unas pocas familias y radicalizado
la miseria y el desempleo de millones de otras familias. Es la infértil
repetición de programas asistencialistas donde el partidismo suplanta a
las correctas políticas públicas e impide un reordenamiento agrario
destinado a atajar la migración y el empobrecimiento campesino. En vez
de inversión para empleo digno y permanente, en vez de una modernización
fiscal según ingresos y propiedades, salud, vivienda, educación y
cultura lo que abunda son banales gastos en armas, en militares y
policías. Represión es actualmente el más sagrado sustantivo neoliberal.
La
reelección tiene como propósito perpetuar la corrupción y la impunidad
de una reducida mafia política que incrustada en el gobierno utiliza el
Estado para plataforma de negocios.- Es la prolongación de una
estructura gubernativa sustentada en alianzas público privadas que
subordinan la economía al lucro de las transnacionales interesadas en la
industria extractiva.
La
minería, el agua, los ríos, los bosques, la riqueza entera de nuestra
biodiversidad, la energía eléctrica, las carreteras y todos los bienes
comunes y públicos caerán en manos de esa casta oligárquica que apenas
si es socia menor del capital multinacional, pues lo que el continuismo
de Juan Orlando Hernández en verdad representa es el modelo elitista
basado en la pérdida extrema de la soberanía nacional.
¿Es inevitable esa acción, está la reelección de Hernández escrita en piedra? ¡Jamás!
Ninguna coyuntura política es indeleble, y cuanto más injusta y cínica, más derecho y responsabilidad tenemos para repudiarla y para resistirla con civismo.
Estamos obligados a conjuntar todos los esfuerzos, dejar de lado las diferencias y
desconfianzas,
hacer que reluzcan nuestras sinergias y consensos, nuestra identidad
ciudadana y democrática, hasta alcanzar la más amplia convocatoria para
las diversas iniciativas articuladas y lograr una coordinación unánime y ciudadana capaz de vencer al espectro de la dictadura.
El
instante para rescatar la soberanía nacional y reconstruir el Estado de
Derecho no admite retrasos ni discusiones pues la patria está herida:
consentir tan malvada reelección la mataría.
País de Indignados, 12 de Mayo de 2017
ISMAEL MORENO, sj
RODOLFO PASTOR FASQUELLE
EDUARDO BÄHR
WILFREDO MÉNDEZ
HELEN UMAÑA
MAURICIO TORRES MOLINERO
LETICIA SALOMÓN
JULIO ESCOTO
DARÍO EURAQUE
VÍCTOR MEZA
PATRICIA MURILLO
HUGO NOÉ PINO
EFRAÍN DÍAZ ARRIVILLAGA
RAMÓN ENRIQUE BARRIOS
MARVIN BARAHONA
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/noticias/nacionales/2251-honduras-la-patria-esta-herida-la-reeleccion-la-matara
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