Vengo a ver de cerca al asesino de mi hijo Gertrudis Lanza:
"Vengo a los tribunales porque quiero conocer
y además preguntarle a Álvarez Martínez
quien asesinó a mi hijo". Diario Tiempo.
Hoy
se celebra el Día de las Madres en Honduras y lo único que se me viene a
la memoria son aquellas madres demacradas, cansadas, quemadas por el
sol, tristes pero con esperanza que durante la década de los 80 buscaban
desesperadamente a sus hijas e hijos desaparecidos, torturados y
asesinados durante el gobierno liberal del expresidente Roberto Suazo
Córdova, cuando en Honduras se implantó la Doctrina de la Seguridad
Nacional al mando del entonces general Gustavo Álvarez Martínez y por
disposición suprema del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica;
se formaron los Escuadrones de la Muerte y una cantidad considerable de
vidas de dirigentes sindicales, campesinos, maestros, pero sobre todo de
estudiantes universitarios que luchaban por mejorar las condiciones de
vida del pueblo hondureño sucumbieron en esta vorágine, capítulo penoso
de la historia de Honduras.
Tuve
la oportunidad, como mis hermanos, de acompañar a mi madre y a mi padre
en la búsqueda de mi hermano Eduardo Becerra Lanza, en aquel entonces
Secretario General de la FEUH, miembro del Movimiento de Bases del
Frente de Reforma Universitaria (FRU) y estudiante de medicina de la
Universidad Nacional Autónoma de Honduras, búsqueda que se convirtió en
una película de terror y desencanto imposible de olvidar.
De la mano
de mi madre experimenté el desprecio y la burla de las autoridades de
nuestro país, de los hombres y mujeres poderosos a los que regularmente
recorríamos para rogar con el fin que se protegiera la vida de mi
hermano y se dejara en libertad, pues no había delito en su contra más
que luchar por los derechos de un pueblo completamente oprimido y
miserable, por defender los derechos a la educación y asistencia médica
gratuita y pedir públicamente la liberación de otros estudiantes
desparecidos antes que él. En muchas ocasiones nos encontramos frente a
frente con los asesinos intelectuales y ejecutores de la muerte de
Eduardo, no teníamos la opción más que gritarles asesinos en sus caras, y
me di cuenta también que como seres humanos no valíamos absolutamente
nada para aquellos detractores de la justicia y los derechos humanos, lo
cuales con desprecio se reían en nuestras caras y tenían la ventaja de
asesinarnos en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso ahí frente
a sus caras, pues andaban armados y con guardaespaldas.
En
esas noches y terribles días no puedo olvidar a doña Bertilia Alemán,
la madre de German Pérez Alemán (activista sindical), una señora humilde
que trabajaba limpiando los servicios sanitarios en el mercado San
Isidro. Tenía sus piernas completamente inflamas por las varices y aún
así asistía a las reuniones y los plantones de las madres de los
desaparecidos en la Plaza de La Merced. Cómo olvidar a doña Liduvina
Hernández, doña Fidelina Pérez Borjas, la esposa de Jorge Zavala Euraque
la esposa (madre también) de Tomás Nativí, la madre de Manfredo
Velásquez (ya anciana en aquel entonces) y sus hermanas y otras madres
fundadoras del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos de
Honduras (CAFEDH).
He
dejado por último el recuerdo que más duele y es la madre de Hans
Albert Madisson, doña María Madisson, una mujer hermosa y elegante que
con el pasar de los años y la búsqueda de la verdad de lo que le sucedió
a su hijo, quedó convertida en un guiñapo humano y completamente
enloquecida, falleció a finales de los 90. Era una mujer cariñosa,
respetuosa, educada pero fue destruida hasta la muerte por entregarse
completamente a la búsqueda de su hijo. No la puedo olvidar con la foto
de Hans colgada del cuello preguntando por las calles a quien fuera por
el paradero su amado Hans, desaparecido el 21 julio de 1982 en un operativo militar en la colonia La Florencia de Tegucigalpa.
Para doña María Madisson de mi libro Testimonios inédito:
Quiero distraer a esa madre para que el dolor se vaya,/ quitarle del pecho ese retrato que cuelga ya sin tiempo/… Que descanse su paso en nuestros pasos/ y su mirada en nuestros ojos/ pero vamos tan lejos/ y ella va tan sola/ entrando y saliendo/ apurada en hospitales y cementerios/ esperanzada en oficinas pulcras/ donde no cabe la huella de los asesinos/ en casas con sótanos clandestinos/ donde las paredes/ gimen/ susurran/ estallan en sangre/ y en silencio… .
Quien
va a pagar todo este dolor, que gobierno asumirá la responsabilidad de
pedirnos perdón como debe de ser a los familiares que aun quedamos
porque la mayoría de las madres sino todas ya partieron a su descanso
eterno. ¿Qué gobierno erigirá un monumento a las Madres de las y los
desaparecidos de Honduras? ¿Qué gobierno erigirá un monumento a las y
los desaparecidos de la década de los 80, denominada la década perdida
en Honduras?
Estas,
las madres de los más de 180 desaparecidos(as). son las heroínas que
hoy debemos recordar, las mujeres que enfrentaron todo un ejército
armado, una policía asesina, un gobierno entreguista y sanguinario y una
política norteamericana intervencionista.
Extracto de la carta PARA LOS ASESINOS DE MI HIJO EDUARDO BECERRA LANZA de Gertrudis Lanza de Becerra del 18 de agosto de 1986.
"¿Cuál fue la
verdadera razón por la que mataron a mi hijo? Sí él no tenía cañones, ni
bombas, ni fusiles; sólo portaba un pedazo de lápiz de madera para
escribirme constantemente, para escribir las ideas comunes de una
juventud sanamente inquieta en un ambiente de estudio, de risas y de
amoríos.
¿Porqué mataron a mi Eduardo? Lo cercó un ejército nacional armado, lo cercó un ejército de políticos rastreros, lo cercó un ejército de mercenarios inconscientes. ¿Cuál era el misterio de mi hijo, para desplegar tanta fuerza y quitarle la vida?. ¿Acaso este conjunto de hombres sin banderas patrióticas consideran el uniforme blanco de un estudiante de medicina una bandera subversiva y sus libros metralletas para hacer una guerra?. ¡Qué llegue al pueblo el grito de mi protesta! ¡Qué juzgue el pueblo la crueldad del atropello recibido y que sirva de ejemplo mi lucha de madre por un hijo, desaparecido y asesinado! “.
Rebeca Becerra
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