domingo, 14 de mayo de 2017

Honduras: DÍA DE LAS MADRES QUIEN VA PAGAR POR TODO ESTE DOLOR

Vengo a ver de cerca al asesino de mi hijo Gertrudis Lanza:
"Vengo a los tribunales porque quiero conocer
y además preguntarle a Álvarez Martínez
quien asesinó a mi hijo". Diario Tiempo.
 Hoy se celebra el Día de las Madres en Honduras y lo único que se me viene a la memoria son aquellas madres demacradas, cansadas, quemadas por el sol, tristes pero con esperanza que durante la década de los 80 buscaban desesperadamente a sus hijas e hijos desaparecidos, torturados y asesinados durante el gobierno liberal del expresidente Roberto Suazo Córdova, cuando en Honduras se implantó la Doctrina de la Seguridad Nacional al mando del entonces general Gustavo Álvarez Martínez y por disposición suprema del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica; se formaron los Escuadrones de la Muerte y una cantidad considerable de vidas de dirigentes sindicales, campesinos, maestros, pero sobre todo de estudiantes universitarios que luchaban por mejorar las condiciones de vida del pueblo hondureño sucumbieron en esta vorágine, capítulo penoso de la historia de Honduras.
 Tuve la oportunidad, como mis hermanos, de acompañar a mi madre y a mi padre en la búsqueda de mi hermano Eduardo Becerra Lanza, en aquel entonces Secretario General de la FEUH, miembro del Movimiento de Bases del Frente de Reforma Universitaria (FRU) y estudiante de medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, búsqueda que se convirtió en una película de terror y desencanto imposible de olvidar.

De la  mano de mi madre experimenté el desprecio y la burla de las autoridades de nuestro país, de los hombres y mujeres poderosos a los que regularmente recorríamos para rogar con el fin que se protegiera la vida de mi hermano y se dejara en libertad, pues no había delito en su contra más que luchar por los derechos de un pueblo completamente oprimido y miserable, por defender los derechos a la educación y asistencia médica gratuita y pedir públicamente la liberación de otros estudiantes desparecidos antes que él. En muchas ocasiones nos encontramos frente a frente con los asesinos intelectuales y ejecutores de la muerte de Eduardo, no teníamos la opción más que gritarles asesinos en sus caras, y me di cuenta también que como seres humanos no valíamos absolutamente nada para aquellos detractores de la justicia y los derechos humanos, lo cuales con desprecio se reían en nuestras caras y tenían la ventaja de asesinarnos en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso ahí frente a sus caras, pues andaban armados y con guardaespaldas.

En esas noches y terribles días no puedo olvidar a doña Bertilia Alemán, la madre de German Pérez Alemán (activista sindical), una señora humilde que trabajaba limpiando los servicios sanitarios en el mercado San Isidro. Tenía sus piernas completamente inflamas por las varices y aún así asistía a las reuniones y los plantones de las madres de los desaparecidos en la Plaza de La Merced. Cómo olvidar a doña Liduvina Hernández, doña Fidelina Pérez Borjas, la esposa de Jorge Zavala Euraque la esposa (madre también) de Tomás Nativí, la madre de Manfredo Velásquez (ya anciana en aquel entonces) y sus hermanas y otras madres fundadoras del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Honduras (CAFEDH).

He dejado por último el recuerdo que más duele y es la madre de Hans Albert Madisson, doña María Madisson, una mujer hermosa y elegante que con el pasar de los años y la búsqueda de la verdad de lo que le sucedió a su hijo, quedó convertida en un guiñapo humano y completamente enloquecida, falleció a finales de los 90. Era una mujer cariñosa, respetuosa, educada pero fue destruida hasta la muerte por entregarse completamente a la búsqueda de su hijo. No la puedo olvidar con la foto de Hans colgada del cuello preguntando por las calles a quien fuera por el paradero su amado Hans, desaparecido el 21 julio de 1982 en un operativo militar en la colonia La Florencia de Tegucigalpa.

Para doña María Madisson de mi libro Testimonios inédito:
Quiero distraer a esa madre para que el dolor se vaya,/ quitarle del pecho ese retrato que cuelga ya sin tiempo/… Que descanse su paso en nuestros pasos/ y su mirada en nuestros ojos/ pero vamos tan lejos/ y ella va tan sola/ entrando y saliendo/ apurada en hospitales y cementerios/ esperanzada en oficinas pulcras/ donde no cabe la huella de los asesinos/ en casas con sótanos clandestinos/ donde las paredes/ gimen/ susurran/ estallan en sangre/ y en silencio.

Quien va a pagar todo este dolor, que gobierno asumirá la responsabilidad de pedirnos perdón como debe de ser a los familiares que aun quedamos porque la mayoría de las madres sino todas ya partieron a su descanso eterno. ¿Qué gobierno erigirá un monumento a las Madres de las y los desaparecidos de Honduras? ¿Qué gobierno erigirá un monumento a las y los desaparecidos de la década de los 80, denominada la década perdida en Honduras?

Estas, las madres de los más de 180 desaparecidos(as). son las heroínas que hoy debemos recordar, las mujeres que enfrentaron todo un ejército armado, una policía asesina, un gobierno entreguista y sanguinario y una política norteamericana intervencionista.

Extracto de la carta PARA LOS ASESINOS DE MI HIJO EDUARDO BECERRA LANZA de Gertrudis Lanza de Becerra del 18 de agosto de 1986.
 
"¿Cuál fue la verdadera razón por la que mataron a mi hijo? Sí él no tenía cañones, ni bombas, ni fusiles; sólo portaba un pedazo de lápiz de madera para escribirme constantemente, para escribir las ideas comunes de una juventud sanamente inquieta en un ambiente de estudio, de risas y de amoríos.
                
 ¿Porqué mataron a mi Eduardo? Lo cercó un ejército nacional armado, lo cercó un ejército de políticos rastreros, lo cercó un ejército de mercenarios inconscientes. ¿Cuál era el misterio de mi hijo, para desplegar tanta fuerza y quitarle la vida?. ¿Acaso este conjunto de hombres sin banderas patrióticas consideran el uniforme blanco de un estudiante de medicina una bandera subversiva y sus libros metralletas para hacer una guerra?. ¡Qué llegue al pueblo el grito de mi protesta! ¡Qué juzgue el pueblo la crueldad del atropello recibido y que sirva de ejemplo mi lucha de madre por un hijo, desaparecido y asesinado! “. 

Rebeca Becerra

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