Fri, 03/10/2017 - 02:45 - by
Redaccion
Por: Ana Ortega*
PRIMERA PARTE
Son muchas las agonías de la política, me enfocaré de manera breve en
dos: La que va desde la demagogia a la política espectáculo o como dice
Sartori, la video política [1] , la política en “imágenes”,
fundamentada en la exhibición de personas, y la que transita desde la
política patrimonialista a la narco política.
En la primera, resaltan las campañas políticas de años atrás
caracterizadas por una lluvia sin fin ni límite de promesas, de todo
tipo y alcance, la población hondureña que ha aprendido a reírse y
asumir de manera jocosa su propia tragedia, hacia chistes de políticos
que ofrecían puentes donde no existían ríos, eran los tiempos de la
demagogia por excelencia. Ahora, si bien persiste la demagogia, la
especie ha mutado – me refiero a políticas y políticos que aspiran a
cargos de elección popular –, asistimos a la máxima expresión de la
política como espectáculo, en el escenario circense en que la han
convertido.
El espectáculo es variado, desde estridentes gemidos que intentan
imitar música country, compositores improvisados de extraños géneros
musicales, malabaristas que muestran su equilibrio en bicicleta,
espectaculares desnudos, en fin, el despliegue de “talento”, es
inagotable, al punto que una se pregunta si de lo que se trata es de
concursos artísticos, de imitación, belleza, valentía, ilusionismo,
fruslería, e incluso búsqueda de un empleo sin trabajar, es decir,
exhiben cualquier cosa, menos los conocimientos y capacidades para
ejercer la política, entendida como el sistema cuya función es producir
decisiones colectivamente vinculantes.
Frente a esta realidad, surgen muchas inquietudes, entre otras: ¿Por
qué tanta banalización de la política?, ¿Por qué tanta desconexión entre
el discurso de auto representación de la política y la realidad?
intentaré- sin pretender exhaustividad y menos dar cuenta total de una
realidad tan compleja- algunas respuestas que parten de diferente
enfoques teóricos complementados con hechos constatables y opiniones que
se escuchan en lo cotidiano:
1. Porque las y los ciudadanos perciben que las grandes decisiones
no se toman en esos espacios formales y visibles, sino en otros y con
otros actores de los que no se tiene ningún control;
2. Porque el agotamiento del principio de representación, es tal, que
lejos de representación lo que existe es suplantación, por tanto, no
importa quien resulta electo;
3. Por desconfianza en las instituciones que administran el proceso
electoral y la persistencia del fraude electoral, unido al colapso del
resto de la institucionalidad y en general la ausencia de Estado
(entendido como espacio de concreción de la política);
4. Porque el discurso neoliberal que promueve la destrucción de lo
público, la privatización inclusive de la política y el aislamiento del
individuo a su mundo privado alienándonos también de la política,
prevalece y se extiende de manera acelerada; o porque
5. Finalmente la dinámica política, las y los actores que en ella
intervienen (en este caso, la política formal/institucional), no son
diferentes al resto de la sociedad y por tanto, dan cuenta de la
cultura política y de su contexto.
Sin duda, existen muchas más inquietudes y respuestas a la realidad
aquí brevemente esbozada, nos hemos decantado por este enfoque porque
nos acercan a dos temas de fondo: las elecciones y la democracia. Del
primero podemos resaltar que ha pasado de ser un medio a convertirse en
un fin en sí mismo, a la vez refleja la reducción y el vaciamiento de
sentido de la democracia, vaciamiento que algunos autores, como Franz
Hinkelammert [2] explica desde la supremacía de la economía sobre la
política y otros como Norberto Bobbio lo explica desde lo que él llama
las promesas rotas de la democracia, es decir, todos esos ofrecimientos
que constituyen la retórica de la democracia, su discurso movilizador
pero que igual que las promesas de la modernidad, nunca fueron realidad,
Bobbio resalta siete de esas promesas rotas:
1. La promesa de la soberanía popular;
2. La influencia real del individuo en la política;
3. La capacidad del individuo de conocer y decidir sobre los asuntos del Estado;
4. La creencia de que, con el tiempo y el incremento de la
información. los ciudadanos mejorarían y ampliarían su capacidad de
participar en política;
5. La desaparición de las oligarquías;
6. La democratización de todos los ámbitos de la vida social y; finalmente
7. La incapacidad de la democracia de eliminar el poder invisible.
De las anteriores y otras tantas “promesas rotas”, sabemos demasiado
las y los hondureños. En relación a la incapacidad de la democracia para
eliminar el poder invisible, aprovechando la actual coyuntura, vale
decir que nos hemos acostumbrado tanto a no incomodar “el poder” que ni
siquiera tenemos acceso a información sobre el poder “visible”, ese que
en otros países si es visible.
Es tanta nuestra sensación de impotencia e indefensión ante el poder,
tanto el invisible, como el que debería ser visible, que nos alegramos
cuando desde otro país nos dejan ver- quien sabe con qué intenciones- la
punta del iceberg de ese poder que nos mantiene en permanente estado de
terror y crispación. Tanto, que lo dejaremos para después.
*Politóloga. Presidenta de la Junta Directiva del Comité Por la Libre Expresión (C-Libre).
Notas
1. Según Sartori: “La video política atribuye un peso
desproporcionado y a menudo aplastante a quienes no son una “fuente
autorizada” […]La televisión favorece la emotivización de la política,
es decir una política dirigida y reducida a episodios emocionales ,
decapitando o marginando a las cabezas que hablan, razonan y discuten
problemas, eso porque la cultura de la imagen creada por la primacía de
lo visible es portadora de imágenes candentes que agitan nuestras
emociones y sentidos, lo cual no es malo si se hace en el lugar y
momento adecuado, apasionarse es implicarse crear sinergias simpáticas
(del pathos) pero el saber (logos ) es lo que se necesita para
administrar la política, la cultura de la imagen rompe el delicado
equilibrio entre pasión y racionalidad”.
2. Hinkelammert se refiere a relación entre libertad de prensa y
libertad de opinión y su papel en el vaciamiento de la democracia:
“Los métodos para lograr esto son muchos. Solamente quiero mencionar
dos, que tienen un carácter central: la creación de la opinión pública
en el sentido de una opinión publicada, y la amplia determinación de la
política por el financiamiento de las elecciones.
El dominio sobre los medios de comunicación
hoy está casi totalmente en las manos de sociedades de capital, que son
sus propietarias. Estos medios de comunicación se basan en la libertad
de prensa, que es la libertad de los propietarios de los medios de
comunicación. Éstos se financian subvenciones en forma de publicidad
comercial, pagada por otras sociedades de capital. Cuanto más presuponen
los medios de comunicación grandes capitales, se transforman en
instancias de control de la opinión pública y, por tanto, de la libertad
de opinión. Para estos medios no hay otra libertad de opinión que la
libertad particular de sus propietarios y sus fuentes de financiamiento.
Ésta la garantiza la libertad de prensa. El derecho humano no es la
libertad de prensa, sino la libertad de opinión de todos y por tanto
universal, pero al hacer de la libertad de prensa el único criterio para
los derechos de la opinión en los medios de comunicación, la libertad
de prensa se ha transformado en un instrumento sumamente eficaz para el
control de la libertad de opinión universal”.
Bibliografía
Bobbio, Norberto (1986). El futuro de la democracia, Fondo de cultura económica. México primera edición.
Hinkelammert, Franz (2010). Vaciamiento de la democracia y genocidios económicos. San José, Costa Rica. Coyuntura económico-política.
Sartori, Giovanni (2002). HOMO VIDENS, La sociedad teledirigida, editorial Taurus, España, quinta edición.
http://www.conexihon.hn/de-la-politica-y-sus-cuitas
viernes, 10 de marzo de 2017
De la política y sus cuitas
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