Eso
no conduce al éxito de la nación hondureña ni al desarrollo humano y
mucho menos al fortalecimiento de la economía. Gobernar produce un
desgaste que afecta a los buenos gobiernos; mucho más aún a los malos
gobernantes y sus terribles gestiones.-
Es la institucionalidad y la
legalidad lo que convierte a una sociedad en una entidad saludable,
próspera y segura de sí misma.
No
es necesario que se aseste un golpe de Estado para derrocar al actual
gobernante. Basta con que se le impida avanzar con su proyecto
continuista. Que termine su período y entregue el poder el 27 de enero
de 2018. De lo contrario, la lección será dolorosa: “el vivo a señas y
el tonto a palos”.
Por: Dennis Starkman
EL LIBERTADOR
Honduras
enfrenta hoy una amenaza contra su frágil democracia, débilmente
construida sobre esperanzas de prosperidad y paz, a manos de hombres a
quienes, con penosa abundancia, los valores, la patria y el honor
nacional y el de sus familias poco ha importado.
Tampoco
les ha importado, evidentemente, las lecciones que les ha dejado la
historia. Don Tiburcio Carías Andino fue sucedido en el poder por el Dr.
Juan Manuel Gálvez, hombre visionario que estaba muy adelantado para
sus tiempos. Habiendo emprendido aperturas y liberalizaciones, don Juan
Manuel Gálvez provocó con sus reformas muchas inquietudes graves y en
consecuencia, el Dr. Tiburcio Carías, quien no estaba de acuerdo con su
gestión, decidió retomar el poder postulándose como candidato del
Partido Nacional de Honduras para el siguiente proceso electoral.
El
Dr. Tiburcio Carías provocó con ello una crisis a lo interno de su
Partido Nacional, pues muchos entre sus miembros no encontraron mérito
en su candidatura y temían que su nuevo ascenso a la presidencia
impediría la creación de nuevos espacios políticos para ellos.
De
tal manera que el Partido Nacional acudió a elecciones pero divididos, y
el Partido Liberal de Honduras se aglutinó alrededor de la figura del
Dr. Ramón Villeda Morales, quien obtuvo la mayoría en los comicios del
10 de octubre del año 1954.
Sin
embargo, como en aquel entonces las elecciones presidenciales eran
indirectas de modo tal que los diputados eran quienes elegían al
presidente, el Dr. Villeda Morales quedó corto en alrededor de ocho mil
votos para asegurar la mayoría necesaria en el Congreso Nacional, y por
ello no pudo ese año ser el Presidente de la República.
Eso,
a su vez, dio lugar a otra crisis política más grave aún, pues el Dr.
Juan Manuel Gálvez renunció a su cargo alegando razones de salud, y el
vicepresidente, don Julio Lozano Díaz asumió la presidencia.
Don
Julio Lozano Díaz comenzó conformando una coalición junto con los demás
partidos políticos y su desempeño durante la primera etapa de su
gobierno le generó simpatías y un amplio respaldo popular, a pesar que
disolvió el congreso y lo sustituyó por un Consejo Consultivo de Estado,
integrado por miembros de los demás partidos políticos; conspicuamente,
del Partido Liberal. El hecho que su antecesor promovió reformas y un
proceso de modernización hizo posible que don Julio Lozano tuviera de
dónde echar mano para tomar medidas que le generaron algún grado de
aceptación en esa etapa inicial de su consolidación en el poder.
Sin
embargo, don Julio Lozano pronto hizo evidente que no tenía planes de
entregar el poder y hasta envió al exilio al Dr. Villeda Morales y a
otros opositores políticos. A pesar de anunciar en cadena nacional que
él sería “un sol ‘magnífico’ que a todos ilumina y a ninguno quema”, la
verdad es que se aferró al poder de manera implacable.
Su
gestión terminó con una insurrección que condujo a la intervención de
las Fuerzas Armadas quienes conformaron una junta militar que gobernó
hasta que se celebraran nuevas elecciones en las cuales fue electo (y
gobernó efectivamente hasta casi la conclusión natural de su período) el
Dr. Ramón Villeda Morales de ampliamente querida recordación.
Las
lecciones de aquellos días deberían guiarnos en esta etapa que vivimos
en nuestra historia.- Hoy, igual que en tiempos de don Julio Lozano, el
gobierno ha echado mano de otros partidos políticos que le han permitido
hacer que sus pretensiones prosperen en el entramado legal de las
sesiones legislativas. Y ahora, igual que antes, el Partido Liberal como
antiguo y tradicional partido político, tiene sectores dispuestos a
congraciarse con quienes gobiernan en una especie de estado de
negociación permanente que permite a todos hacer lo que quieran sin
ulteriores consecuencias.
Sin
embargo, eso no conduce al éxito de la nación ni al desarrollo humano y
mucho menos al fortalecimiento de la economía. Gobernar produce un
desgaste importante que afecta a los buenos gobiernos; mucho más aún a
los malos gobernantes y sus terribles gestiones.
Es la institucionalidad y la legalidad lo que convierte a una sociedad en una entidad saludable, próspera, segura de sí misma.
Don
Julio Lozano intentó dar continuidad a los proyectos y reformas de su
antecesor, el Dr. Gálvez, verdadero reformador y hombre con visión y
claridad respecto de los objetivos permanentes del Estado y la
República. Si algún mérito tuvo don Julio Lozano Díaz, fue aplicar las
mismas políticas y proyectos del Dr. Gálvez, porque no tenía las luces
para hacer ninguna otra cosa. En contraste, el Abogado Hernández, no
solo carece de la visión y las luces propias, sino que además no tiene
de dónde sacar ideas ni proyectos, más que los de Daniel Ortega para
perpetuarse fraudulentamente en el poder.
En
consecuencia, la mala gestión e inmoralidad del gobierno actual han
despertado tremenda indignación, que ya se manifestó de manera
impresionante en el pasado reciente y permanece latente. Estudiantes
universitarios, al igual que en aquellos años, mantienen vivo el
espíritu de desafío y protesta ante un proyecto político mediocre que ha
llegado a poner en jaque a la República tan solo por la ineptitud de la
oposición formal.
Antes igual que hoy, la oposición no supo
consolidarse y hacerse un nudo para enfrentar una amenaza común… hasta
que llegó una última gota a derramar el vaso de agua y el gobierno de
don Julio Lozano fue derrocado por las Fuerzas Armadas.
Honduras
debe cerrar filas contra el inminente dictador. La historia nos enseña
que quien se reelige, se queda. Y no hay hasta la fecha de hoy un
presidente hondureño que merezca reelegirse o volver a ser electo.
Los
terribles y vergonzosos escándalos que han sacudido la conciencia
nacional durante los últimos años no parecen ser suficientes para
repudiar al tirano. Honduras está en franco desorden y nadie está seguro
de cuál es su lugar, o cuál debería ser su papel.
Tan solo el círculo
que rodea y respalda al presidente tiene la claridad de misión y
propósito que les permite superar todo lo que la oposición les lance…
por los momentos.
También las Fuerzas Armadas tienen la fortaleza y la
disciplina para cumplir sus misiones; falta tan solo que esa misión sea
la que constitucionalmente le corresponde a la institución armada.
No es necesario que se aseste un golpe de Estado para derrocar al actual gobernante. Basta con que se le impida avanzar con su proyecto continuista. Que termine su período y entregue el poder el 27 de enero de 2018. De lo contrario, la lección que nos dejará la historia será dolorosa. Como bien dicen las abuelitas, “el vivo a señas y el tonto a palos”.
http://www.web.ellibertador.hn/index.php/avance/1906-paralelos-historicos-y-abusos-de-poder-en-honduras
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