07 de Diciembre 2016
Los datos oficiales advierten que la economía hondureña ha tenido un
notable crecimiento. Un crecimiento mayor incluso que las cifras de
países europeos. Se habla de que este año 2016 nuestra economía creció
en un 3.6% mientras que en países como España este crecimiento no pasó
del 2.3%. Veamos unas claves para analizar si este crecimiento
significa una economía sana o qué es lo que realmente existe más allá
de las cifras.
Primera clave. El
problema de Honduras no es el crecimiento. Es la distribución y la
concentración de la riqueza. Existe una notable tasa de crecimiento,
pero seguimos sin empleo. Lo que el gobierno ofrece es un remedo de
trabajo como parte del paquete de asistencialismo con estrictos fines
proselitistas. Eso no es empleo, es una oferta de trabajo, con una carga
indigna de paternalismo oficial. Habrá gente trabajando, pero para
seguir siendo empobrecida para siempre.
Segunda clave: un
sistema fiscal montado exclusivamente en función de los intereses de
la reducida élite económico-financiera dominante. Más del 65% de los
impuestos son indirectos, es decir, que tanto la gente rica como la
gente pobre paga lo mismo, como si todo mundo tuviera los mismos
ingresos. Solo el 30% de los impuestos son directos, es decir, que lo
paga directamente la gente más adinerada. Una vez más, lo que tenemos
en Honduras es una economía sostenida por la gente pobre, tanto por los
impuestos indirectos como por los pobredólares de nuestros centenares
de miles de compatriotas que viven en el exterior.
Esto es contrario
a lo que ocurre en países como Suecia, Noruega, Holanda, Finlandia, en
donde el Estado garantiza que los impuestos provengan mayoritariamente
de lo que directamente pagan los que más ganan o los que tienen
mayores ingresos. A esta realidad de inequidad se añade la decisión del
gobierno hondureño de eliminar la renta universal, es decir, el dinero
que tienen los hondureños ricos en el extranjero, lo que en los hechos
legaliza la evasión y el fraude fiscal, y por eso mismo la corrupción
institucionalizada.
Tercera clave:
este sistema fiscal tan eficiente para favorecer los intereses de los
ricos, es ineficiente para buscar el bien común. Al gobierno lo que le
interesa es proteger los intereses de la gente más adinerada, por eso
el presupuesto en defensa aumentó del 11.7% en el 2010 al 13.6% para el
2017. El gobierno llama a eso invertir en desarrollo. Sin embargo, la
inversión en educación, salud, investigación y cultura es completamente
a la inversa que en Defensa. El presupuesto en estas áreas sociales
pasó del 32.8% del 2010 al 20.1% para el 2017, es decir, la atención
para buscar el bien común se redujo en más del 12 por ciento.
La opción para la gente más rica,
por la corrupción, la evasión fiscal y la militarización es muy clara
en la actual administración pública. La educación y la salud no
importa, es decir, todo lo que tiene que ver con el bien común el
gobierno lo manda al carajo. Y la cosa es más que dura y pelada: un
país que no invierte en educación y en sanidad de su pueblo está
condenado al fracaso a medio y largo plazo.
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Crecimiento económico, ¿de quién
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jueves, 8 de diciembre de 2016
Honduras: Crecimiento económico, ¿de quién y para quiénes?
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