Cada año el rataplán de los tambores anuncia la llegada de las fiestas patrias. Fiestas marcadas principalmente por los colores, las bandas de guerra, desfiles escolares, cadetes, disparos de cañones y exposiciones militares. Ya llevamos 195 años de fiestas y del grito esquizofrénico de que somos un país libre, soberano e independiente.
Nos acercamos a los 200 años de la firma del Acta de Independencia y el rasgo más presente en la Honduras actual es la ausencia de libertad, independencia y soberanía.
Nos enseñaron a izar y doblar la bandera, pero no a defender el agua, nos enseñaron a marchar como militares, pero no a defender la vida, nos enseñaron a cantar el Himno Nacional pero no a defender nuestros territorios.
Las élites políticas, empresariales y militares celebran y financian las fiestas patrias, hasta inflan el pecho cantando el Himno Nacional, al tiempo que amenazan y matan líderes indígenas y campesinos en nombre de patria. La expresión más extrema del desprecio de nuestras élites locales por la patria y la soberanía es el proyecto de la Zonas Especiales de Desarrollo y Empleo.
Por suerte, hay varios signos que apuntan a que vamos saliendo del falso brillo de las fiestas patrias. En los últimos años hay pequeñas erupciones de lucha y esperanza por construir una patria y matria desde los excluidos y marginados. Para muestra estos botones de pequeños volcanes de esperanza: en el norte los campesinos del Aguán y varias comunidades garífunas cantan el Himno e izan la Bandera Nacional mientras defienden sus territorios, como signo de la nueva patria que se está construyendo.
En occidente los indígenas Lencas de Santa Elena y de San Francisco de Opalaca decidieron conmemorar la patria convocándose libremente en asambleas comunitarias, y donde cada uno fue dando su voto en contra de los proyectos colonizadores de las elites locales y transnacionales.
Estos pueblos y comunidades nos enseñan que la soberanía tiene que ver con la capacidad de ejercer control sobre sus territorios y con tomar decisiones a partir de los intereses y necesidades de la población.
Nos enseñan que la Bandera o el Himno Nacional no son símbolos patrios si sólo nos unen en septiembre o cuando juega la selección nacional, que se convierten en símbolos de libertad y soberanía cuando nos unen para defender nuestros territorios y los bienes naturales.
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