No debería ser así, no lo concibió con tal propósito Montesquieu, pero el Estado moderno, particularmente en estos lares, se ha convertido en verdugo de su propia población. Aunque, precisando lo afirmado, debería delimitarse si es el Estado o los gobiernos…
Lo cierto es que al llamado “Estado de bienestar”, que por
décadas fue objetivo de gobernantes y gobernados, lo han tornado obsoleto al
revertirse el modelo o pacto de participación ciudadana: si antes se tributaba
para construir un presente colectivo, beneficios sociales, el futuro, una
jubilación, ahora se hace para pagar burocracias que tras de infatuadas son
ineficientes y ladronas.
Cada vez más frecuentemente los impuestos se dedican a
amortiguar déficits fiscales, financiar salarios inmerecidos, abonar a
cuantiosas deudas internas y externas o para construir sistemas intensamente
represivos que redundan en contra del mismo aportador y que se envuelven en
secreto y falsas justificaciones de protección a la democracia, antiterrorismo
y equidad. La nube, la nube dominante y hegemónica, se hace cada vez más espesa
e impenetrable, invertida su función: la bondad acuífera para arriba, rayos y
centellas para abajo, contra el individuo. Por muy metafóricamente que se la
describa es crueldad…
Así es que cuando rabie usted porque el Estado le esquilma el
dinero mediante un instrumento de exacción que ni siquiera ingresa al
presupuesto nacional sino que se disfraza de fideicomiso, la tasa o tazón de
seguridad, comprenda que es el sistema que así fue estructurado para usufructo
de los 400 ladrones del Alí Babá gubernativo de ayer y hoy, el bipartidismo
especializado en expoliarnos o, como dirían los campesinos, chuparnos la
sangre.
Cuando entienda que el impuesto más grosero es el de ventas
pues su ley no discrimina entre ricos o pobres para recaudarlo, y que con él
engorda el entero engranaje oficial, que adicionalmente es cínico, improvisado
e irresponsable, maldiga al sistema que nos hacen aparecer como democracia. O
cuando descubra que el mayor número de contribuyentes del impuesto sobre la
renta es la clase media y no los potentados y privilegiados del país, al
monstruo injusto llámele sistema. Lo mismo al comprobar que el precio de
combustibles no baja, a pesar de los descensos internacionales del crudo,
porque el sistema extrae del valor de cada litro 36%, si no más, de oculto
rédito. E ídem en medicinas, alimentos, alquileres y rentas, provisión básica,
transporte, vestimenta, calzado… Asista a un restaurante y revise la cuenta: un
tercio de la factura proviene de cargas tributarias. Es el sistema…
En países avanzados el Estado capta de cada sueldo 45%, pero
crea hospitales gratuitos, carreteras sin peajes (o temporales), escuelas y
colegios subvencionados; en Honduras se roba lo mismo sin esos servicios. La
identidad de un sistema contracívico reside en su política de discriminación
empresarial y humana: el hotel cinco estrellas goza múltiples exenciones, el
hospedaje humilde no; al inversionista local lo extorsiona la DEI, al
extranjero se le cede el país “modelo”, incluyendo sus recursos; en la
planificación social de sistemas desarrollados son prioridad salud y educación;
en el nuestro picapiedra la guerra, el arma, la sanción. Si este no es el
sistema que queremos, ¿por qué soportarlo…?
No se ocupa ser comunista, socialista, ateo, veterinario ni
anárquico para concordar en que urge transformar de raíz al sistema. Bicho
indecente en que lo han transformado, pues lo volvieron instrumento abusivo de
manipulación, lo suyo es sentencia bíblica: nos acaba o lo acabamos
Lunes 14 de DEiciembre 2015
Red FIAN Honduras
QUE EXQUISITO ES LEER A JULIO ESCOTO, ENTIENDO QUE EL NO ES ECONOMISTA O POLITICO, PERO CUANDO UN ESCRITOR COMO EL TOCA ESTOS TEMAS, EL ARTICULO POR PEQUEÑO QUE SEA SE VUELVE UNA VERDADERA PIEZA LITERARIA. ES UNA DELICIA LEERLE.
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