viernes, 30 de octubre de 2015

Misión Demolición y el brazo cipayo del Imperio en Honduras

Por: Foad Alejandro Castillo  






Vienen a mi mente vagos recuerdos de la operación militar del gobierno de Los Estados Unidos en Panamá, llamada irónicamente “Causa Justa”. Como los aparatos de comunicación o persuasión se enfocaron en el examigo de la CIA, DEA y demás ralea de la burocracia del imperio lo único que encuentro en mi memoria es un machete blandido por un sospechoso habitual en la demonología practicada por la familia Bush, porque a la historia se le había terminado el camino en 1989, según Fukuyama, y sobraban los incómodos daños colaterales; pontificar que viene del latín “construir puentes” era la misión de fin de siglo, asentar la “Pax Americana”, por lo que las miles de muertes del Barrio El Chorrillo quedaron debajo del concreto de una nueva Panamá financiera, una Panamá ávida de los empresarios de dudosa reputación que tanto comprometen a los aristócratas de Wall Street. Las corporaciones con sigilo forjaron otro paraíso a sangre y fuego.
 Las tácticas injerencistas del imperio norteamericano son como las modas en el vestuario, cambian de acuerdo a las coyunturas, pues ahora las bombas inteligentes se reservan para Rusia, China y los vagos misóginos del Estado Islámico, pues a naciones de medio pelo basta con aplicarles sanciones económicas. Recientemente asistimos al grotesco espectáculo griego, en donde el FMI, acompañado de instituciones europeas, cerró el grifo de financiación a los bancos helenos, cuando su primer ministro Tsipras convocó a un referéndum acerca de la posibilidad de impugnación del plan de austericidio neoliberal impuesto por el gobierno alemán, amo y señor en el viejo continente, pero a la hora de las verdades geopolíticas un subalterno más del águila calva. Remitiéndonos al caso específico hondureño, la receta excede sobremanera el patetismo, dado que rentabiliza la inmundicia moral de la clase dirigente y/u oligárquica del país, puesto que en medio de la bonanza de la criminalidad de mercado, surgida en las mentes de los estrategas estadunidenses, -y puesta en práctica en los planes Colombia y Mérida-, nuestros banqueros se forraron de dinero espolvoreado, no conformándose con los activos del desmantelamiento del exiguo estado de bienestar pergeñado en la época de La Alianza para El Progreso de John F. Kennedy. Pareciese que la horrible estatua frente a la homónima colonia capitalina es lo único que respetaron estos endeudadores seriales.   

A cada chancho le llega su navidad, reza un dicho catracho de muchísima actualidad, pues los gringos después de la fiesta del engorde comenzaron el 07 de octubre del mes en curso, sin previo aviso, la labor de destace en las empresas de la “ínclita” familia Rosenthal, a través de los personeros de una oscura agencia dependiente del Departamento del Tesoro denominada OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros por sus siglas en inglés), sumiendo en absoluta zozobra a la micro y macroempresa hondureña, especialmente en la región del Valle de Sula y el Atlántico. Setenta por ciento de los empleos de la ciudad de La Lima provenían del Grupo Continental, estiman expertos. Un principio capitalista es el del peligro de deshacer marcos preestablecidos, en vista de las dinámicas propias de su producción. Resulta paradójico que pese al origen ilegítimo de algunas de las fábricas y negocios de la familia Rosenthal, las cuales fueron obtenidas en desmedro de los intereses de las clases trabajadoras, la decisión extraterritorial del gobierno estadunidense sea considerada por éstas un acto de franca agresión. En cadena nacional de radio y televisión las autoridades hondureñas declararon su incompetencia en la solución de la problemática y total sumisión, alegando la “supremacía de un tratado contra la narcoactividad” suscrito entre ambas naciones. En síntesis, mostraron un contagioso pánico, olvidando su condición de mandatarios. Adiós soberanía. Las imputaciones de tráfico de estupefacientes que penden sobre la familia Rosenthal, ciertas o no, no deberían, -en teoría-, causar tal afectación a los empleados, clientes, acreedores y proveedores del Grupo Continental, porque la legislación constitucional e infraconstitucional le da prelación al interés público y social en el abordaje de conflictos bancarios por mucho que haya crimen organizado en el escenario. Voluntad de afrontar la crisis faltó. La liquidación voluntaria siempre fue alternativa válida.

Por qué seleccionaron al Banco Continental y sus subsidiarias panameñas es un misterio todavía, y sospecho que la Comisión Nacional de Banca y Seguros tampoco lo sabe. Lo cierto es que el gobierno de Los Estados Unidos si no accedemos a sus peticiones ejerce una suerte de terrorismo financiero capaz de mandarnos de vuelta a la edad media. Desgraciados somos de vivir el giro autoritario y antidemocrático de la institucionalidad norteamericana, pues si siguieran vigentes hoy en día los límites que los padres fundadores de la gran nación pusieron al poder punitivo estatal apostaría por la absolución de Jaime, Yani y Yankel Rosenthal. En Honduras todo ha sido papel.

Tegucigalpa M.D.C., 29 de octubre de 2015

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