sábado, 22 de noviembre de 2014

Honduras: La estrategia militarista: un fracaso en seguridad ciudadana y un gol en materia de poder // Segunda Parte: LA VERDADERA NATURALEZA DE LA ESTRATEGIA MILITARISTA

Álvaro J. Pineda


El miserable fracaso de la estrategia militarista en materia de seguridad ciudadana.


Cuando el ministro de Seguridad Arturo Corrales asumió el cargo, algunos predijimos que Seguridad iba a ser el suelo donde este héroe de papel -mediáticamente creado- mordería el polvo. 
Porque presentar estadísticas maquilladas y discursos rebuscados es totalmente inútil ante un fenómeno concreto como la violencia, que tiene profundas raíces económico-sociales y que además es inocultable, por las pilas de cadáveres.

                                                                 
En esta nueva etapa, la dictadura procedió a profundizar la militarización del Estado, acción que no pudo completar durante el periodo de Lobo Sosa por la cercanía del Golpe y por la necesidad de simular democracia frente al mundo. Hoy, desde direcciones de entidades del Estado, pasando por hospitales, cárceles, escuelas, hasta la venta de frijoles (!!), están militarizados en el país.

Fueron creados batallones, policías especiales y cuerpos militares de élite que además de recortarle el presupuesto para salud, escuela y obras al pueblo, han fracasado estrepitosamente en su cacareada “seguridad militar”. El gobierno que más fanfarroneó con la seguridad es el más inseguro en los últimos 80 años; la corrupción y las matanzas en las cárceles siguen igual o peor bajo el control militar. Ni hablar del terror diario en las calles de la muerte.


Los militares ya se habían tallado a pulso una triste imagen de enemigos de la democracia. Ahora, su propensión al fascismo y su voracidad de cargos en el Estado los llevaron a dejarse arrastrar a esta aventura súper-policial en la que quedaron en ridículo ante la población, que los ve como una onerosa carga de hombres armados escandalosamente incompetentes. Para ser justos, fueron embarcados en una batalla anti-histórica y contra-factual que nadie podría ganar.


La negación sistemática de un estado de miseria artificialmente creado y violentamente sostenido.


El jefe del régimen, Juan Hernández, a tono con el discurso militarista norteamericano, no pierde oportunidad para lavarse las manos culpando al crimen organizado y al narco. Tendenciosamente, para ocultar la fea realidad, alega que los miles de hondureños, adultos y niños, que huyen del país lo hacen por amenazas del crimen organizado. Totalmente falso. Algunos compatriotas huyen de las bandas y pandillas, pero son minoría. El grueso de los emigrantes son exiliados económicos, y la razón de su huida es la desesperante miseria en la que este sistema ha hundido a la población.


Además, Hernández soslaya que el cerco económico oligárquico, la absoluta imposibilidad de obtener un patrimonio digno en el país a menos que se haga robando u ordeñando al Estado, o delinquiendo, incide mucho en la decisión de muchos para entrar a la mafia. Dentro de su burbuja celestial balbucea –con la seriedad ridícula y a la vez preocupante de las mentes infantiles viejas- cosas como “aplastar a los malos”, “somos más los buenos”, y muletillas nazistoides por el estilo, sin reparar en lo cuestionable de auto-nombrarse “buenos” ellos, quienes forzan y prolongan el estado de postración y explotación de la población; que los “malos” a exterminar son ciudadanos hondureños –siempre menos nocivos que los traidores que malvenden y humillan la patria-, y que el porcentaje poblacional de esos “malos” podría sorprenderlo, que las camarillas autosatisfechas a las que él mismo pertenece podrían ser la minoría real; que centenares de miles mas no hemos roto la barrera hacia la ilegalidad solamente por la mezquindad del fin delictivo y por el principio de amor al pueblo y a la humanidad, pero no por respeto al marco legal de los humilladores ni menos por lealtad a una sociedad que dejó de ser la familia protectora para volverse una selva donde se nos caza económica, política y hasta físicamente.


La dictadura parece no entender o no querer entender la naturaleza estructural y no-coyuntural del problema. En medio de la ola de matanzas más grande de la historia nacional moderna, continua recetando fusiles sin ni siquiera pensar seriamente en cambiar las condiciones económico-sociales del país. Su “máxima oferta” es crear una limitadísima cantidad de “chambitas ya”, una propuesta mezquina, ridícula y ofensiva pues significa “conformate y sé feliz ganando 600 pesos a la semana”.


Lo que un garrotero jamás entenderá sobre la delincuencia común.


La violencia social generalizada –no los casos patológicos en menor escala- es siempre un problema que en algún punto de la trayectoria de su desarrollo tiene raíces económicas. Hasta conductas que superficialmente parecieran ser un desorden “moral” como los crímenes excesivamente brutales, tienen como sustrato a la ignorancia, hija inseparable de la pobreza. La vasta vida espiritual e intelectual de los humanos esta primariamente labrada y condicionada por nuestra vida material, porque somos seres materiales; es cierto que ambas formas se retroalimentan recíprocamente y coexisten en una unidad dialéctica, pero guardando siempre ese orden de precedencia histórica, donde no somos una mente que decide crearse un cuerpo sino un cuerpo que construye una mente en el transcurso de su desarrollo vital. Un delincuente entonces no es un ente aparecido de la nada que decidió ser malo ayer: es el resultado de una compleja cadena de hechos y circunstancias históricas objetivas que pueden venir gestándose desde mucho tiempo atrás, tal vez desde la pobreza de sus bisabuelos…


En una frase, la cuestión de la problemática económica y material en general debe ser el punto central de una estrategia sostenible e integral de seguridad ciudadana, y las herramientas jurídicas, represivas, rehabilitativas, sicológicas y otras, deben ser coadyuvantes del pilar material fundamental. Mientras no se asuma así y se persista neciamente en combatir el problema social con represión y demagogia, a la vez que se sigue sembrando desigualdad y miseria, los ríos de sangre continuarán su flujo. Pero en la semántica del régimen no se avizoran signos que prometan un cambio, ni siquiera una revisión de su “filosofía de la fuerza”; al contrario, todo apunta a su recrudecimiento.


 Pero la vida de la ciudadanía no es la prioridad para el régimen ni para las fuerzas locales y externas que lo sustentan. La estrategia militarista responde a otras, oscuras, verdaderas prioridades y en ese sentido los profetas de la represión sí están teniendo algún éxito. De eso trataremos en la Segunda Parte: La verdadera naturaleza de la estrategia militarista.


http://alainet.org/active/76542&lang=es


                                             *****************************************
 Sabado 22 de Noviembre 2014.
Álvaro J. Pineda 
LA ESTRATEGIA MILITARISTA: UN FRACASO EN SEGURIDAD CIUDADANA Y UN GOL EN MATERIA DE PODER
Segunda Parte: LA VERDADERA NATURALEZA DE LA ESTRATEGIA MILITARISTA

DE LA REPRESION POR MASACRES A UNA REPRESION VELADA Y DISPERSA.
La estrategia militarista del régimen en seguridad ciudadana es ya un fracaso ejemplar, como apuntamos en el fragmento anterior. Todo lo que podamos abundar al respecto sobra, pues la veracidad del colosal fracaso no descansa en nuestra opinión sino en el peso sangriento de los hechos que a estas alturas es aplastante. Pero hay otro ángulo desde donde valorar la estrategia de fuerza de la dictadura. Visto desde los planes y los intereses DE ELLOS, el frenesí militarista ya no se ve tan infructuoso, los recursos del pueblo gastados en balas en fusiles ya no se ven tan sin sentido, y los actores de este circo chafarotero ya no se ven tan incompetentes ni tan ridículos como en el caso de la seguridad ciudadana…
Para asegurar su dominio, durante decenios del siglo XX la potencia neocolonialista norteamericana impuso sanguinarias dictaduras a lo largo de nuestro subcontinente; con el auge revolucionario mundial -y particularmente latinoamericano- alrededor de los años setentas, la potencia cambió sus disposiciones políticas hacia nuestros países: era momento de instalar “Estados de derecho”, democracias controladas y simuladas que vendieran ilusiones a nuestros pueblos y evitaran las explosiones revolucionarias. El circo demócrata-burgués-neocolonial funcionó por un par de decenios hasta que su falacia, su cerrazón blindada y sus frutos grotescos de opulencia versus empobrecimiento fueron evidentes.

EL MODELO POLITICO MAS BLINDADO E INCAMBIABLE: PERDER EL PODER NO ES UNA OPCION PARA PARA EL CAPITAL, ES LA MUERTE.
Al ser inclusiva y distributiva, la verdadera democracia es un veneno letal para cualquier ente excluyente y acaparador por necesidad intrínseca, como el capital. La democracia genuina no puede ser permitida, o ésta le corta inevitablemente el oxígeno a una entidad que existe por la exclusión de millones y la acumulación ilimitada de unos pocos. La seudo democracia electorera capitalista made in Washington es un modelo de poder cerrado, estructural y jurídicamente incambiable, pétreo, pero que –forzosamente, por su necesidad de aparentar institucionalidad democrática- deja espacios de participación que intenta restringir, pero que son proclives a permitir grietas, brechas, oportunidades de acceso al poder institucional que pueden ser utilizadas por los pueblos como herramienta política. Y el mismo teatro de apariencias democratoide vuelve complicado para el imperialista sacar el garrote ante un gobierno desobediente al neo-colonialismo pero legítimamente electo siguiendo las reglas del sistema y con amplio respaldo popular. Nuestros pueblos, con Suramérica como ariete, comenzaron a comprender su encrucijada histórica y aprendieron a utilizar esas grietas para golpear e intentar abrir el blindaje oligárquico del Estado a nivel interno, e iniciar un proceso de descolonización con respecto a las potencias hegemónicas, particularmente la norteamericana.
Y es que la esencia de la humanidad se resiste al fracaso que, como entidad intelectual, le supone el actual miserable sistema de cosas; a pesar del poder concentrado de un puñado de tiburones interesados, el espíritu colectivo de los pueblos se rehúsa con una angustia mortal a aceptar que el basurero social capitalista es lo mejor que la especie puede construir, y menos aún, que sea inevitable y eterno como muchos loros seudointelectuales y paracientíficos -bien engordados por el sistema- quieren hacernos creer. Los pueblos del mundo, y especialmente los latinoamericanos, persisten tercamente -a veces de manera casi intuitiva, y otras veces más deliberada, planeada y conscientemente- en la búsqueda apremiante de una salida histórica a un modelo económico-social centenariamente erróneo, mayoritariamente empobrecedor, injusto y globalmente destructivo. La construcción de poder y de proyectos políticos con visiones y programas alternos, disidentes y hasta antagónicos al modelo dominante, con un alto contenido popular, amenaza con volverse una avalancha; la potencia se alarma ante la pérdida progresiva de sus neocolonias y decide retroceder a nuestras pequeñas naciones al régimen del garrote militar.

LA DEMOCRACIA DICTATORIAL Y LA VERDADERA MISION DE LOS FUSILES DEL AMO. 

Esta vez, de acuerdo con los tiempos, nos presentan un modelo de dominación militar mejor maquillada, con una fachada electorera e institucional embellecida y perfeccionada, casi convincente, pero cuya alma basada en la fuerza bruta, la imposición y el miedo ya conocemos. Impulsados por una visión retrógrada del mundo y por ambiciones personales sin escrúpulos, los instrumentos vende patrias van surgiendo y los serviles mas “aptos” son rápidamente identificados, promovidos y dirigidos por el poder neocolonial y oligárquico para servir intereses contrarios a la población.
Es allí donde surgen figuras intelectualmente mediocres pero altamente efectivas para implementar los programas de saqueo económico y control institucional y social, como el señor Juan Hernández. Las tácticas y la estrategia para mantener sometidas nuestras pequeñas naciones son permanentemente diseñadas o asesoradas desde afuera, combinadas con las pocas capacidades del títere local, adaptadas o replanteadas según los escenarios o contradicciones que surjan; basados en la amplia experiencia conspirativa e injerencista de la potencia norteamericana en la mayoría de los países del mundo, se emplea todo un abanico de formas, instrumentos, tácticas, etc. para orientar a su gusto el rumbo del poder nacional, desde la fachada electoral, pasando por el soborno o la coacción económica, el secuestro institucional hasta el asesinato político. Pero indistintamente de esas formas, y sin importar cuales sean más aplicadas o más visibles , LA COLUMNA VERTEBRAL DEL APARATO DE PODER EN ESTE MODELO NEOCOLONIAL-DICTATORIAL ES LA FUERZA MILITAR, LA CAPACIDAD DE REPRESIÓN. 

En los fusiles de los soldados ignorantes, científicamente amaestrados como fieras antipopulares y ciegamente obedientes descansa la primera garantía de que mantendrán este territorio poseído, y esta población dominada. Ese es el verdadero espíritu de la estrategia militarista de la dictadura pos golpista hondureña.

No hay comentarios :

Publicar un comentario