Congreso Nacional de Honduras |
La oposición hondureña es un conjunto
heterogéneo, muy diverso, que no puede asumir una postura politica coherente de
largo plazo. No debemos olvidar que el Partido Liberal sigue siendo dominado por
la elite golpista, y por los mismos que juegan a ser dioses desde sus cómodas
cuevas artificiales, claro siempre al servicio del amo de siempre. El PAC
formado en un centro imaginario, trata siempre de ser una versión “buena” de
LIBRE, sin los supuestos relajos ni la alteración de la paz, parecería este
partido un proyecto coyuntural que eventualmente podría ser lo que hoy son los
partidos de la derecha conservadora hondureña.
Los partidos “comodín” (por su bajísimo nivel de
militancia y caudal electoral, no más de 12,000 votos sumados) tienen una deuda
con el Partido Nacional que no solo los mantuvo con vida al otorgarles un
diputado a cada uno, sino que, a dos de ellos: Democracia Cristiana y
Unificación Democrática les dio una vicepresidencia en la directiva del Congreso
Nacional. El PINU-SD es el único que mantiene posiciones decentes e
independientes, aunque trata de mantenerse en la línea del lenguaje del
“consenso”
LIBRE por su lado ha ido avanzando hacia
posiciones más beligerantes, y su bancada en el Congreso Nacional entra poco a
poco en sintonía con la visión del pueblo, y a constituir una oposición fuerte,
real y permanente, sustentada en el amplio apoyo popular.
La composición de esta oposición no permite
elaborar estrategias de largo conjuntas de largo plazo, y menos un plan de
emergencia para sacar a Honduras del atolladero en que la metido el Partido
Nacional, cegado por la ambición y corroído por una corrupción interminable e
incontrolable.
Sin embargo, el proceso de contradicciones que
se han venido dando, muestran dos cosas evidentes, aunque aún no se
materializan: las condiciones de vida de las mayorías han alcanzado tal estado
de deterioro que la misma clase media se muestra renuente a comprar (por
ejemplo: en los primeros tres meses de este año la venta de carburantes bajo en
23%), lo que en una economía endeble y carente de incentivos solo puede llevar a
empeorar las cosas; la paciencia de las mayorías se agota, y la fuerza de esa
intranquilidad se muestra menos espontánea y más organizada, además en claro
ascenso.
El Partido Nacional también muestra un gran
desgaste, y se perciben desacuerdos internos que poco a poco se convierten en
conflictos que terminaran inevitablemente en arreglos que dejaran fisuras. Quizá
el mayor problema que tienen radique en las direcciones que les llegan desde
Estados Unidos, a través de una embajadora que mantiene una descarada
intervención en la vida pública, lo que evidencia su dominio en las decisiones
de gobierno. Existen poderosos empresarios que aún no entienden porque han
quedado fuera del esquema de repartición de la riqueza nacional, y menos aún
toleran los abusos cometidos a través de la llevada y traída inversión
público-privada a través del parto conocido como COALIANZA.
Naturalmente, la politica de seguridad y defensa
del país está destinada a reprimir las expresiones de rechazo popular a las
medidas arbitrarias que solo este año significaran un 15% de aumento en el costo
de la vida. En esa visión se busca mantener latentes “conflictos” extra
nacionales, con un doble fin: exaltar el patriotismo como distractor de los
problemas internos y desestabilizar las democracias populares de los países
vecinos. Bajo la lógica de la Seguridad Nacional, es claro que la
violencia y la inseguridad no son combatidos, pues es necesario mantener el
sostén ideológico del gobierno: la violencia represiva vendida en todos los
medios como combate a la delincuencia. Hoy no existe ninguna duda que la
militarización de la sociedad no soluciona los problemas de seguridad, y, por el
contrario, aumenta la violencia, lo que seguramente fue desde el principio el
motivo para llevar este proceso adelante.
Los pocos meses de gobierno, impuesto por la
fuerza, y surgido del fraude electoral, revelan contradicciones que llevan a
condiciones favorables para combatir frontalmente a este régimen
autoritario que busca ganar la imagen de solida dictadura, y que, sin embargo,
no logra consolidarse por su manifiesta incapacidad de brindar estabilidad
económica a los hogares hondureños.
La inversión extranjera, creadora de impuestos,
es inviable en un país controlado al más puro estilo de los carteles del crimen
organizado, y en el que no se buscan soluciones pero si se abren muchos frentes
de inestabilidad; un Estado cuyo gobierno actúa con abrumadora
irresponsabilidad, y apenas atina a mantener una campaña mediática que se ha
convertido en una nebulosa de mentiras, en las que ya no se informa y menos aún
se busca la verdad.
Esa campaña mediática que trata de hacer creer
que el dice la verdad es dogmático, violento, e “ideológico”; aquel que no busca
los consensos. Interesante aquí como hacen uso de las dos armas políticas de
dominación por excelencia: la violencia, a través de la represión que ya llevo a
reprimir diputados dentro del Congreso Nacional (que también ha sido
militarizado), y el consenso ofrecido (después de los gases y los palos) para
conceder derechos a los ciudadanos que se entienden garantizados.
El tiempo nos ha enseñado rápidamente que el
gobierno actual, autoritario y represivo, no es infalible y tampoco invencible.
Que la oposición puede encontrar acuerdos coyunturales, y que es un sector
oscuro del Partido Liberal el que prefiere el contubernio con el Partido
Nacional, en maniobras lejanas a sus bases descontentas.
Hemos aprendido que la lucha es el camino y la
victoria una posibilidad real; que la estrategia debe estar apegada a la
realidad y que el camino estará lleno de la violencia brutal que es
consustancial al plan hegemónico aplicado en nuestro país. Además, que no
debemos esperar nada de quienes dirigen el gobierno, y que debemos dudar de
ellos en todo momento, pues en ello nos va la vida.
Ricardo Salgado
Investigador Social y
Analista
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